Dos robots pasean por la moqueta de un hotel en Las Vegas con un único objetivo: hacer felices a quienes tienen a su alrededor. Responden al nombre de Olaf y Tempura, suben y bajan sus brazos continuamente y observan con sus grandes ojos azules a quienes se paran ante ellos. Con su aspecto adorable y una mirada expresiva, el objetivo de estos robots de compañía es, en palabras de su creador, «curar la soledad en cualquier hogar reaccionando a estímulos humanos». Están repletos de sensores que detectan desde caricias a cualquier obstáculo en su camino. No hacen nada especial. Simplemente acompañan. Pese a ello, captan la atención de decenas de personas que se arremolinan a su alrededor.
Pasear por el Consumer Electronics Show (CES), la mayor feria de tecnología de consumo del mundo, que se celebra cada enero en Las Vegas, es como adentrarse por un instante en el futuro. Entre televisiones, electrodomésticos y vehículos con un diseño más tradicional, destacan decenas de inventos curiosos. Muchos de ellos se quedarán en proyectos disparatados de los que nadie se acordará en unos meses. Pero otros, que hoy nos parecen tan extravagantes como eran hace 30 años los teléfonos portátiles, quizá se conviertan en parte de nuestras vidas.
Si el año pasado sorprendieron un coche con patas o una funda de móvil que se convertía en un dron para sacar selfis, en esta edición lo han hecho zapatos que ajustan la suela dependiendo del terreno que pisan, hologramas que interactúan con usuarios, teclados invisibles o cascos que sirven para dormir bien. Hay dispositivos para todos los gustos. Máquinas que imprimen tatuajes en la piel en apenas unos segundos, láseres que ayudan a cazar mosquitos al señalarlos tras detectar su posición o bicicletas pensadas para pedalear por encima del agua y surcar mares y lagos.
También hay robots llamativos por cada esquina. En un estand, Saaya Okuda, de la empresa japonesa Yuaki Engineering, acaricia a una especie de cojín peludo negro. Es redondo y, a diferencia de un cojín tradicional, tiene cola. Y la mueve. Como si de un gato o un perro se tratase, cuando Okuda acaricia despacio el cojín, la cola va de un lado para otro despacio. “De vez en cuando se mueve sola simplemente para decir hola”, afirma Okuda. Este robot, llamado Qoobot, ya está a la venta en algunos mercados asiáticos. En Japón se han comercializado 50.000 unidades, principalmente “a personas que no pueden tener animales porque son alérgicas y gente mayor que se siente sola”.
Pero no todos los robots son de compañía. Hay algunos pensados para el trabajo, como Meeting Owl Pro, un pequeño dispositivo con cámara, micrófono y altavoces que busca convertir cualquier sala de reuniones o conferencias en una sala inteligente. Una vez colocado en el centro de la mesa observa todo lo que ocurre a su alrededor. A través de sistemas de visión y de reconocimiento de voz es capaz de enfocar y hacer zoom en quien habla.
Otros están más enfocados a hacernos la vida más fácil en el hogar. Es el caso de Rollbot. Se encarga de que nadie se quede sin papel higiénico en el baño y se puede controlar con el móvil. Este robot de la compañía Charmin acerca un rollo al usuario cuando este se lo pide. La misma empresa quiere mejorar la experiencia de sus clientes en el servicio con gafas de realidad virtual para entretenerse en el inodoro y diferentes sensores, como SmellSense, un sistema que mide el dióxido de carbono y sirve para saber cómo huele un baño sin necesidad de experimentarlo.
El servicio también es el escenario en el que millones de personas en el mundo se lavan los dientes cada día. Uno de los cepillos eléctricos que más expectación ha causado en la feria es Colgate Plaqless Pro, que cuenta con sensores ópticos en su cabezal y avisa de cuándo los dientes están completamente limpios. Para quienes les da pereza esta actividad está Y-Brush. El cepillo, que tiene forma de protector bucal, solo tarda 10 segundos en lavar toda la boca. “Cepilla todos los dientes al mismo tiempo. Hace en 10 segundos lo mismo que uno cuando se lava durante dos minutos con un cepillo normal”, explica la empleada de la compañía Clara Moschetti.
Hay a quienes les gusta cantar mientras se lavan. Para ellos, Kohler ha llevado los asistentes inteligentes a la ducha: un cabezal con altavoz integrado con soporte para Alexa. Además de ofrecer música, también permite comprar en Amazon o escuchar las noticias.
Las empresas asistentes al CES quieren llevar la inteligencia artificial a cada zona del hogar, incluidas las cocinas. “La cocina es ya un ecosistema conectado donde los diferentes electrodomésticos aprenden los gustos del consumidor y gracias a la inteligencia artificial con la que cuentan, los usuarios pueden tener una lavadora con un algoritmo que detecta hasta 20.000 patrones de tejido o un frigorífico al que dándole dos golpecitos nos permite ver su interior sin necesidad de tener que abrir la puerta”, explica Miguel Ángel Fernández, director de marketing de LG Iberia. Los electrodomésticos cada vez son más independientes. En el CES es posible ver lavadoras que eligen de forma autónoma el programa de lavado más eficiente y que incluso pueden comprar por su cuenta detergente si se acaba.
Pronto llegarán también los huertos. LG ha presentado un invernadero que cuenta con un sistema de luz avanzado, control de temperatura y agua, maceteros y una aplicación para monitorizar el crecimiento de verduras y hortalizas como lechuga o albahaca. En los salones, el mayor cambio viene con las televisiones. Al 29% de los hogares europeos ya han llegado las televisiones inteligentes, según el informe The future of devices de GSMA Intelligence. Pero a los fabricantes no les basta con eso y experimentan con nuevos diseños. El año pasado Samsung mostró la primera televisión enrollable. En esta edición ha presentado una sin marcos —el 99% del frontal es pantalla y solo tiene 15 milímetros de grosor— y The Sero, una televisión giratoria que puede ponerse en vertical para lanzar contenidos desde el móvil.
El País