Centenares de migrantes centroamericanos que cruzaron el río Suchiate hacia México en su intento de llegar a Estados Unidos fueron regresados a sus países o se retiraron al otro lado de la frontera el martes después de que fuerzas de seguridad mexicanas les impidieran el paso.

Menos de 100 migrantes permanecían en tierra de nadie a lo largo del río que separa a México de Guatemala.

Una caravana de miles de personas partió la semana pasada desde Honduras con la esperanza de que México les permitiera el paso, en un nuevo desafío a la estrategia del presidente Donald Trump de exigir a otros gobiernos que detengan el flujo de migrantes con destino a Estados Unidos.

El secretario de Relaciones Exteriores de México, Marcelo Ebrard, dijo que 2.400 migrantes ingresaron legalmente al país el fin de semana. Alrededor de 1.000 solicitaron a México asistencia para regresar a sus países. El resto se encuentran detenidos mientras inician su proceso para pedir refugio en México u obtener permisos temporales de trabajo que los confinarían al sur del país.

Otros 1.000 migrantes habían intentado ingresar el lunes ilegalmente, agregó, y al parecer efectivos de la Guardia Nacional y agentes de migración detuvieron a centenares de ellos. Las autoridades migratorias dijeron el lunes por la noche que 500 evadieron la captura.

Ebrard dijo que México ha comenzado a deportar a algunos migrantes a Honduras: 110 en un vuelo a San Pedro Sula y 144 en autobús. Las autoridades hondureñas dijeron que con los de otro vuelo y varios autobuses más, el total de repatriados se incrementaría el martes a 691.

La mayoría de los cientos de migrantes que estaban en territorio mexicano contiguo al río regresaron a Guatemala durante la noche en busca de agua, alimentos y un lugar para dormir. Las autoridades mexicanas no distribuyeron agua ni alimentos a quienes ingresaron ilegalmente, al parecer con el fin de desgastar a los migrantes.

Alejandro Rendón, jefe de departamento de la Secretaría de Bienestar Social, dijo que sus colegas repartían agua entre los migrantes que se entregaron o que fueron capturados por los agentes de migración, pero no entre quienes permanecían en la orilla del río porque hacerlo era peligroso para los trabajadores.

“Acá no es prudente venir porque no podemos poner en riesgo la integridad de los compañeros”, afirmó.

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, dijo el martes que el gobierno está intentando proteger a los migrantes al impedirles viajar ilegalmente por el país. Señaló que deben respetar las leyes mexicanas.

“Porque si no los cuidamos, si no sabemos quiénes son, si no tenemos un registro, pasan y llegan al norte, y los atrapan las bandas de delincuentes y los agreden, porque así era antes también”, afirmó. “Los desaparecían”.

La secretaria de Gobernación de México, Olga Sánchez Cordero, elogió la mesura de la Guardia Nacional y afirmó: “De ninguna manera ha habido un acto que pudiéramos llamar represión y ni siquiera molestia. Simplemente ha sido ordenar esta migración”.

Sin embargo, el embajador de Honduras en México, Alden Rivera, dijo que hubo casos de uso excesivo de la fuerza. “Tuvimos ayer algunos incidentes de uso excesivo de la fuerza por parte de la Guardia Nacional. Hicimos una queja ante el gobierno de México”, afirmó el diplomático en entrevista con HCH Noticias sin dar detalles. Rivera reconoció que algunos migrantes lanzaron piedras contra los agentes mexicanos.

El secretario interino de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Ken Cuccinelli, tuiteó una fotografía de The Associated Press en la que se ve a un efectivo de la Guardia Nacional de México cuando tiene inmovilizado a un migrante con el mensaje: “Apreciamos que México esté haciendo más de lo que hizo el año pasado para interceptar las caravanas que intentan desplazarse ilegalmente en dirección norte hasta nuestra frontera sur”.

En el lado guatemalteco, los migrantes hacían fila el martes en un albergue para recibir un desayuno de plátanos, frijoles y café. Algunos solicitaron ropa seca para cambiarse o porque perdieron la suya cuando intentaron penetrar en México. Otros jugaban fútbol y cartas a un lado del río mientras pensaban qué van a hacer.

Darlin René Romero, de 25 años, y su esposa se contaban entre las pocas personas que pasaron la noche varadas entre el río y las autoridades mexicanas.

Durante la noche circularon rumores de que “podría pasar cualquier cosa, que estar aquí era muy peligroso”, declaró Romero. Sin embargo, la pareja procedente de Copán, Honduras, tendió una sábana en el suelo y pasó la noche a unos 20 metros de un contingente de la Guardia Nacional que formó una valla con sus escudos antidisturbios.

Ambos tenían confianza en que México les permitiría pasar para llegar a la ciudad norteña de Monterrey, donde vive una hermana de él.

La pareja considera impensable regresar a Honduras, de donde proviene la mayoría de los migrantes, debido a la pobreza y el peligro de las numerosas pandillas.

“Estamos en tierra de nadie”, dijo Alan Mejía, que acunaba en brazos a su hijo de 2 años, que estaba vestido sólo con el pañal, mientras su esposa, Ingrid Vanesa Portillo, y su otro hijo, de 12 años, miraban hacia la orilla el lunes por la noche. Mejía formó parte de otras cinco caravanas de migrantes, pero nunca pasó de la ciudad de Tijuana, en el norte de México.

“Están planeando cómo desalojarnos y aquí no tenemos ni agua ni comida”, dijo Portillo. “Ya no hay esperanza de seguir adelante”.

Diario Libre