Por fin, después de 30 años de silencio, el Hombre comenzó a hablar, sus palabras estaban dando una noticia. Es lo que dice el evangelio en este domingo: “Se fue a Galilea, y empezó a proclamar de parte de Dios la Buena Noticia”.
Y esa Buena Noticia era tan revolucionaria, tan distinta, tan inesperada y tan buena, que muy pocos la creyeron. ¿Qué diría hoy el Señor si nos quisiera dar esa Buena Noticia a usted y a mí? ¿Qué nos escribiría si le pusiéramos como límite algo que pudiera leerse en dos minutos? Creo que trataría de revelarnos al menos dos cosas que, de entenderlas, renovarían toda nuestra vida. La primera es: “Usted es muy importante para Dios”.
Es decir, usted no es un desconocido para Él. Dios lo conoce a usted “por su nombre”, y le dice: “Yo te aprecio, eres valioso para mí y yo te quiero”. (Isaías 43). Aún más: usted es un hijo de Dios, a quien Él ama incondicionalmente, y a quien ofrece su amistad personal e íntima.
Y ese amor de Dios, y esa amistad íntima, tienen una potencia liberadora, de modo que usted ya no tiene que ser esclavo del miedo y de la angustia, sino heredero de la paz y de la fortaleza.
Y la segunda es ésta: ese Padre suyo desea que usted sea plenamente feliz. Y esa felicidad puede empezar ahora mismo. En efecto, aun en esta etapa de nuestra vida, las personas que han recibido esta Buena Noticia son, sin lugar a dudas, las más felices. Y lo son porque pueden comprender, y pueden perdonar, y esperar, y confiar.
De modo que los que han recibido esta noticia saben que no sólo no morirán, sino que vivirán eternamente felices. Y además saben que, como han creído en Jesús, ni siquiera serán juzgados. (Juan 3,18).
La pregunta de hoy
¿Qué le sucede a quien entiende estas dos noticias?
Tengo dos compadres, Víctor y Cuco, que escucharon bien estas dos noticias. Y en la medida en que fueron creyéndolas, adquirieron una paz, una alegría interior y una felicidad que dependía cada vez menos de lo exterior. ¡Se liberaron de la dependencia de las cosas!
Luis García Dubus
Listín Diario