La energía renovable ha alcanzado en México una cresta peligrosa. En 2019 la eólica creció un 26% en capacidad instalada respecto al año anterior, según datos del sector difundidos esta semana, mientras la solar avanzó un 76% de enero de 2019 a febrero de 2020. Juntas añadieron alrededor de 3.500 MW, suficiente para cubrir las necesidades anuales de unas tres millones de viviendas. Pese al buen momento, la industria presiente un precipicio. Los cambios regulatorios promovidos por el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador para fortalecer la producción estatal pueden detener el auge renovable, temen expertos y empresas.
La eólica añadió 1.280 MW en 2019, “un récord histórico”, según el presidente de la Asociación Mexicana de Energía Eólica (AMDEE), Leopoldo Rodríguez. “Nunca antes habíamos tenido instalada tanta capacidad en un solo año”. Esta hornada situó al país en el primer lugar de Latinoamérica en cuanto a nueva capacidad instalada. Desde que arrancó a mediados de los 90 en el istmo de Tehuantepec en Oaxaca, al sudoeste del país, las aspas se han expandido a otros 14 Estados y acumulan una inversión de 11.000 millones de dólares. El 18% de esta llegó en 2019
La solar también está de celebración. Pese a tener un desarrollo más reciente que la eólica, este febrero alcanzó 5.360 MW de capacidad instalada y suma 8.500 millones de dólares en inversión acumulada – un 26% corresponde a 2019-. El despegue de la energía solar se hace sentir sobre todo en los Estados del norte y del centro del país y queda margen. Un 85% del país es óptimo para el desarrollo, según la Asociación Mexicana de Energía Solar (Asolmex).
Pero la fiesta puede no durar. El Gobierno de López Obrador (Morena) ha preferido apostar por energías tradicionales y por reflotar las empresas productivas del Estado, Pemex y la Comisión Federal de Electricidad (CFE). La Administración ha hecho cambios a la reforma energética, impulsada por el presidente Enrique Peña Nieto (PRI) para abrir el sector a la inversión privada y servir de trampolín a las renovables.
En 2019 alrededor del 65% de la producción eólica fue resultado de las subastas eléctricas a largo plazo, un mecanismo que el Gobierno canceló hace poco más de un año. El sistema permitía a los generadores de energía vender su producción a la CFE a un precio fijo. Atraídos por ese nuevo marco, gigantes del sector apostaron por desarrollar plantas a gran escala y el precio al que se vendía la electricidad cayó en picado.
Con la cancelación de este mecanismo, los expertos predicen que el crecimiento logrado se desinfle después de que los últimos proyectos subastados entren en operación. Gran parte de la capacidad añadida en 2019 pertenece a proyectos licitados en la primera subasta en 2015 y en la segunda en 2016, de los que un 75% y un 81% ya han entrado en operación, respectivamente. De la tercera subasta, la mitad está en construcción y el resto a punto de iniciar obra.
Casiopea Ramírez, miembro del consejo directivo de Asolmex, sostiene que en 2020 se añadirán 500 MW en el mejor de los casos y 200 MW, en el peor. “No hay manera de que volvamos a crecer como en 2019”, afirma. Sin la CFE como comprador, las empresas se enfrentan a la dificultad de encontrar a quién vender. “Colocar energía va a ser más difícil y va a ralentizar el desarrollo de los proyectos”, asegura.
El País