En sus primeros días trabajando desde casa para impedir la expansión de la enfermedad COVID-19, algunos investigadores del Massachusetts Institute of Technology que celebraban una reunión de estrategia por videoconferencia no pudieron evitar distraerse por los armarios de cocina del director de equipo.

“No había absolutamente nada especial en ellos salvo el hecho de que eran la casa particular de un superior nuestro”, dijo Kate Darling, que empezó a charlar sobre los muebles en otro canal digital.

Fue una distracción menor y bienvenida, un primer indicio de los grandes cambios que afrontan oficinistas, educadores y otros en todo el mundo ante el cierre de oficinas, escuelas, cafeterías y espacios de trabajo compartidos.

Integrar la vida laboral en el hogar rara vez ha sido fácil, pero las medidas para contener el virus han supuesto una repentina y brusca colisión de esos dos mundos. Un sinfín de trabajadores está llevando sus empleos de las oficinas a las salas de estar, habitaciones de invitados, cocinas y sótanos. Este enorme e improvisado experimento social puede poner a prueba la productividad y la tranquilidad doméstica, mientras los niños pequeños trastean sin supervisión y las reuniones y clases se convierten en ruidosas videoconferencias que recuerdan a un tablero de ajedrez de cabezas parlantes.

También obliga a muchos padres a asumir papeles inesperados. Carmen Williams, terapeuta en Macomb, Michigan, no sólo tiene menos consultas, sino que está pagando a una niñera, paga la matrícula escolar de sus hijos de siete y 14 años y les imparte clases asignadas por la escuela.

“¡Yo no soy educadora!”, dijo Williams. “Estoy acostumbrada a ayudar con las tareas, pero soy incapaz de enseñar lecciones enteras y trabajar. ¡Es abrumador!”

Este salto a lo desconocido, acelerado por el creciente número de estados que ordena a la gente que se quede en casa, podría impactar en cómo capea Estados Unidos una recesión casi segura. Eso también dependerá de lo bien que logran gestionar los particulares y sus familias las complicaciones de estudiar y trabajar desde casa, al menos para los empleados con trabajos de oficina y la capacidad de trabajar desde casa. Las empresas de tecnología han prometido evitar interrupciones graves ampliando la capacidad de datos para gestionar la oleada de trabajadores y estudiantes que se suman a la cuarentena. La plataforma de videoconferencias Zoom ha dejado de tener una hora punta el martes para experimentar una demanda continuada de esa cantidad de datos, señaló Kelly Steckelberg, directora financiera de la compañía de San Jose, California.

La firma ha acelerado la apertura de dos nuevos centros de datos en Estados Unidos para cubrir la demanda y añadido servidores a sus 17 centros de datos ya existentes en todo el mundo. Cisco, que gestiona el servicio de videoconferencia de Webex, dijo haberse preparado para “picos continuados” en Estados Unidos, después de gestionar el doble de uso del habitual en países asiáticos como China, Japón y Corea del Sur.

Microsoft, que pidió a 50.000 de sus empleados que trabajaran desde casa en la zona de Seattle antes de que el estado de Washington enviara a casa a todos los trabajadores “no esenciales”, ha registrado un aumento drástico en su servicio de comunicaciones para empresas Teams. La plataforma rival Slack ha encontrado “un enorme interés”, según dijo este mes su director general, Daniel Butterfield, en una llamada para presentar resultados.

Las grandes operadoras de telefonía e internet en Estados Unidos han aceptado abrir sus puntos de conexión inalámbrica a uso público y señalaron que también ignorarían los límites de datos y no cortarían las conexiones de viviendas o negocios por impagos. Los expertos señalaron que la base de la red estadounidense es más que capaz que gestionar el pico de demanda porque ha evolucionado para asumir servicios que consumen muchos datos, como Netflix, YouTube y otras plataformas de video.

Sin embargo, la gente confinada a sus hogares ha descubierto las dificultades de mantener el contacto humano.

Creatividad para el contacto

En Holanda, un equipo de científicos liderado por Jeroen Baas estaba acostumbrado a comunicarse con compañeros en el extranjero. Pero abandonar su oficina en Ámsterdam a finales de la semana pasada supuso nuevos desafíos, de modo que Baas inició una sesión virtual de charla de cocina, 15 minutos, para recuperar parte de la conversación informal.

Diario Libre